Guadalupe Morazúa
  • Conversación / Angélica Avelleyra / Entrevista
  • Breve introito / Carlos Blas Galindo
  • Carlos Blas Galindo (fragmentos)
  • Espacios y memoria / Luis Carlos Emerich
  • Espacio habitado / Luis Carlos Emerich
  • Mancha, símbolo, gesto y sentido / Luis Ignacio Sáinz
  • Morazúa / Francisco Moreno
mano

Conversación / Angélica Avelleyra / Entrevista

Ve en abstracto. Sean objetos o seres, los observa en segmentos más que en unidades en sí mismas. Es como si su ojo escudriñara las realidades por contornos, en piezas mutantes, como sucede a través de los espejos que transforman en segundos las visiones en un calidoscopio. Para Guadalupe Morazúa la realidad es tan abstracta y subjetiva que todo el tiempo mira al mundo con esa cualidad lejana a la figuración y, fiel a sí misma, construye su pintura como escenarios y mundos abiertos a través de manchas, grafismos, juegos de color, de forma, de volumen
y arquitecturas que nos llevan a lo esencial que cada mirada configura como su particular universo.
Conversaciones con Guadalupe Morazúa dan cuerpo al presente texto sobre lo que la alimenta, le inquieta y le provoca para continuar en su búsqueda creativa frente a la tela en blanco plagada de la abstracción y el lirismo que colman cada superficie de presencias que son materia pictórica, polvos, brochazos, penumbras, líneas,
chorreos, iluminaciones.
Y va por la vida así, como Morazúa, con la independencia que le da la libertad de no haber pertenecido a cierto grupo o cofradía. Es dueña de sus tiempos y se siente arropada por su familia, sus óleos y sus instrumentos de trabajo, aunque a decir verdad le gustaría ser más innovadora.

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Breve introito / Carlos Blas Galindo

Guadalupe Morazúa ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria artística durante el presente siglo. Pudiera pensarse que, en lo que va de esta centuria, tanto los públicos especializados en artes visuales como los públicos mayoritarios están más familiarizados con los lenguajes de la no representación que quienes vivieron durante la segunda mitad del siglo xx, y que lo están tanto con aquellos léxicos derivados de los informalismos como de los geometristas. Empero, esto no es así.
Aún en la actualidad muchas personas prefieren piezas en las que puedan reconocer figuras, antes que enfrentarse a formas no reconocibles que muevan sus sensibilidades estéticas o que les exijan algún esfuerzo de lectura. Y, a la espera de que se incluyan de manera permanente contenidos de cultura artística en todos los niveles educativos, de que se realicen campañas sobre el particular en los medios de
comunicación masiva, y de que haya personas que se interesen por seguir los cursos que sobre las artes más recientes se ofrecen en la Internet, quienes cultivan lenguajes abstractos evaden de distintas maneras la indiferencia o hasta el rechazo que sus obras pudieran generar entre algunos sectores de los públicos.
Con la intención de satisfacer sus necesidades comunicativas, con el propósito simultáneo de atender a quienes son afines a las obras de la abstracción, y además con la finalidad de ganar gente prosélita al disfrute de las propuestas no figurativas, Morazúa propone obras pictóricas en las que ha conseguido una